-¡Juan, es la ultima vez que te lo digo, apaga la tele y sal a jugar!
-Voy mamá
Lo cierto es que Juan tenia la gorra puesta y el balón en la mano, cualquiera diría que estaba apunto de salir a jugar, pero no. Le delataba la distancia que separaba su nariz de la pantalla del televisor.
Vivía solo con su madre en una casita con jardín. De pequeño, con dos o tres años, aquel jardín había sido el centro de su mundo. Papá y el jugaban al balón, con la bici, corrían, y se columpiaban hasta comprobar cual de los dos era el más fuerte. Casi siempre ganaba Juan, o más bien, su padre le dejaba ganar. Pero un día todo eso se terminó. Papá no volvió a casa del trabajo, su madre le dijo que nunca más volvería, pero no dijo porqué.
Al principio, se lo preguntaba a su madre cada noche, - mamá, ¿papá ha muerto o tiene otra familia? -Pero por respuesta siempre obtenía un “cuando seas mayor”. Ahora tenía nueve años y, aunque seguía queriendo saber que seria de su padre, había desistido en la tarea de preguntarlo, a cambio, había encontrado un mundo donde olvidar sus problemas, las burlas de los niños en el cole, el mal humor de su madre día tras día, el ir y venir de “amigos de mamá” que no se quedaban mas de dos o tres días…No, su mundo, el de verdad era el otro, el que estaba tras la pantalla, donde las familias, a pesar de todo, siempre volvían a estar juntas, donde los niños tenían amigos maravillosos e inteligentes mascotas que los podían rescatar de cualquier apuro, donde si alguien te hacia daño, otro alguien, daba igual quien, te regalaba una sonrisa y te decía que todo iría bien. Ese era su mundo, al que quería pertenecer, por eso pegaba la nariz a la pantalla desde hacia años.
Un chasquido, un tirón, interferencias
-Voy a ver si mi hijo ha salido ya, no quiero que nos pille, aunque nunca entra, solo mira le televisor
……….
¡Cuando vuelva se va a enterar, se ha ido sin la gorra y sin el balón y los ha dejado tirados delante de la tele, desordenados!
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